lunes, 26 de mayo de 2008

Amor por Chile




De mástiles

Divagaciones en torno a "Amor por Chile"



             Fija la mirada en el punto de fuga, se inicia el tópico. El viaje, asunto masculino, llama al repliegue de las velas: el homo viator posa como el mástil, enhiesto, invitándonos a zarpar. Y zarpamos (desde el siglo XVII) o sarpamos (en el siglo XIV) o terminamos por serpentear, porque la serpe -base del lexema- también es la que invita, cual coreuta, al lado del homo viator: de esta forma el viaje va de la mano, por un intrincado étimo, con la sapiencia.

Ya en pliegue las velas, enhiesto sigue el bracero, mancebo de buen talante y alcanzado talego; enhiestas están las construcciones tras él, alzándose. En rigor el viaje de estas imágenes están en un sutil construere, es decir, amontonadas, arrumbado -por lo tanto- va el marino, arrumbados los menestrales, pero enhiestos: levantados, rectos.

No, no se habla acá del infestus primigenio latino, en rectitud hostil. Acá el viril está alzado, arrumbado en invitación amistosa, listo para ser contemplado -al modo kantiano, si se puede hacer la salvedad: contemplación libre, desinteresada y que dé paso a la armonía-. Y es solo eso: el amontonamiento armonioso de enhiestos.

¿Podrá, entonces, producirnos una infesta este viaje estético? Porque la infesta, dañosa, perjudicial, es fratella del enhiesto, hijos ambos del infestus erguido. Podría, y no es falacia, por lo tanto, el discurso del homo viator ser infesto.

No, por favor, no se llame a la siniestra en el planeo de la corneja: la infesta solo se realizará en el pundonor del recato; para quien no pudo desplegar bien al arribo del paseo contemplativo o para quien, ausente, no puso presentarse ante la invitación del bracero y la serpe.

Estos mástiles solo pueden producir una ingesta de placer y una infesta por ausencia. Vaya, entonces, el zarpe y el repliegue.


Soledad Chávez